Reimaginar la educación: una conversación que también es de las familias
Una de las cosas que más valoramos en nuestro trabajo como consult-coaches educativos es cuando una institución educativa nos invita a conversar con las familias. Nos llaman para hablar de innovación y transformación educativas, de los cambios que están comenzando a vivirse o que están por venir. A este tipo de encuentro lo llamamos charla de sensibilización, porque no se trata solo de informar, sino de abrir un espacio de conversación sobre el sentido profundo de educar: ¿Qué tipo de personas queremos acompañar y formar? ¿Qué lugar tiene el aprendizaje en sus vidas? ¿Cómo podemos, entre todas y todos, mirar con nuevos ojos el rol docente, el currículo, la experiencia del alumnado? ¿Cómo pueden trabajar más unidos familias y escuela?
Estas charlas buscan despertar conciencia, invitar a la reflexión y construir una mirada compartida entre la escuela y las familias que valore la diversidad, reconozca las múltiples formas de aprender y entienda que educar es un trabajo conjunto que se gesta desde la confianza, el diálogo y la colaboración.
Tenemos la suerte de conocer muchas y muy diversas realidades educativas, y eso nos permite hablar con propiedad y profesionalismo de los caminos que la educación va explorando… o aquellos que a veces va dejando atrás. En todo caso, siempre nos gusta contribuir y aceptar este tipo de encuentros. Pero, sobre todo, las escuelas saben que nos gusta ir. Que lo hacemos con ilusión, con respeto, con cercanía, y con la convicción de que cada conversación es una oportunidad para seguir contagiando transformación y poco a poco generar coalición para el cambio en cada comunidad educativa.
Educar no es tarea de unos pocos. Educamos en tribu. No hay otra manera. Escuela, familias y sociedad compartimos la responsabilidad de formar a niñas, niños y jóvenes que están creciendo en un mundo cambiante. Por eso necesitamos conversar. Sentarnos a pensar juntas y juntos el sentido y la orientación de la educación. Preguntarnos con honestidad: ¿Qué entendemos por educar hoy?, ¿por qué educamos?, ¿para qué lo hacemos?, ¿qué tipo de personas queremos acompañar y formar?
Se hace imprescindible reflexionar y compartir juntos cuál es el perfil de alumnado que deseamos educar hoy y mañana. Hacerlo es un importante ejercicio colectivo. No se impone. No se decreta. Se construye con diálogo, con escucha, con confianza.
Aprender no puede ser solo acumular información y contenidos. Aprender a aprender debe ser un medio para construirnos como personas: desarrollar pensamiento crítico, sensibilidad, responsabilidad, autonomía, creatividad, cooperación. Aprender con sentido, con conexión a la vida y al mundo que habitamos. Y eso no se logra solo desde la escuela. Necesitamos espacios de conversación y reflexión compartida donde podamos ampliar la mirada sobre lo educativo. No basta con criticar o exigir desde fuera aquello que no siempre se comprende. La educación es una tarea conjunta.
En las escuelas muchas veces se siente que hay muchas críticas y muchas soluciones desde fuera, sin conocer el día a día, los esfuerzos, las decisiones difíciles, las múltiples realidades por las que atraviesan docentes y equipos. Responsabilizarnos como comunidad educativa también implica reconocer lo que sí se hace bien, agradecer la entrega y valorar el compromiso de quienes cada día acompañan a nuestros hijos e hijas. Si en el fondo lo que queremos son personas felices que aprendan con sentido y miren el mundo con ojos nuevos, entonces el camino es el de construir puentes, no muros. Compartir el proyecto y trabajar juntos.
Sabemos que hablar de innovación y transformación educativas puede generar dudas, resistencias, incluso miedo. Es natural. Muchas personas adultas fuimos educadas en un modelo centrado en la memorización y repetición, en el examen, en un profesorado que transmitía conocimiento sin demasiado diálogo. Cambiar esa lógica no es sencillo. Requiere mirar con honestidad nuestra propia experiencia como estudiantes, reconocer nuestras creencias, nuestras inseguridades y también nuestras expectativas.
Por eso, más que llevar respuestas cerradas, vamos a sembrar preguntas. A abrir espacios de reflexión y de conversación. Porque estamos convencidas y convencidos de que la transformación educativa no se decreta: se gesta, se acompaña, se contagia, se construye.
Debemos educar para el mundo que nuestros hijos e hijas van a vivir, no para el que vivimos quienes enseñamos o criamos. Y eso implica repensar lo que damos por hecho. Cuestionar prácticas que se han sostenido por costumbre, no por sentido. No para desechar lo valioso del pasado, sino para construir desde ahí una experiencia educativa más conectada con el presente y más comprometida con el futuro.
Por eso agradecemos profundamente cada vez que una escuela nos abre sus puertas para conversar con las familias. Porque sabemos que el cambio no es posible sin ellas. Porque entendemos que no son espectadoras: son parte del proceso. Y porque creemos que el verdadero propósito de la educación es formar a personas felices, que aprendan con sentido, que se conozcan a sí mismas y se vinculen con el mundo desde el respeto, la curiosidad, la empatía y el deseo de aportar.
Gracias a todas las escuelas que nos invitan. Y gracias a todas las familias que se animan a abrir la conversación. Porque transformar la educación también es transformar la manera en que construimos comunidad.