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¿Cómo ayudar al alumnado a construir su proyecto vital?

Hace ya tres años que acompañamos, mediante la metodología RIEDUSIS, al equipo de la escuela de formación profesional La Inmakulada de Tolosa, en el País Vasco (España). Y ya hace un año y medio que su experiencia avanzada de cambio (prototipo) avanza con un grupo de veinte alumnos y alumnas, de 18 a 22 años, del CFGS de Integración Social (formación profesional). Una apuesta por centrar la formación en el alumnado y ayudarles a construir su proyecto vital.

El objetivo del prototipo, expresado claramente en su diseño, era ofrecer a este alumnado una experiencia que no solo lo preparara de forma excelente para el mundo profesional, sino que su paso por el centro (2 años) fuera una experiencia vital como personas y futuros profesionales que les dejara un profundo impacto. Con esta intención y con este propósito, diseñaron un prototipo focalizando la carga de conocimientos (menos conocimientos pero más profundos y más transversales) y apostando fuertemente por diseñar experiencias que ayudaran a su alumnado a construir un proyecto vital. Un ciclo formativo que optara decididamente por construir personas autónomas, críticas, con iniciativa emprendedora, cooperadoras y comprometidas con la sociedad y con el ser humano; a ser creativas y construir su proyecto vital, y a ser personas multilingües y globales desde el fuerte y profundo enraizamiento a su cultura y a su lengua.

En síntesis, un 75% del tiempo efectivo, el alumnado está inmerso en un trabajo de retos interdisciplinares y transdisciplinares, y un 25% en vivencias vinculadas al crecimiento personal y vital. Y todo esto, diseñado, producido, dinamizado y liderado por un pequeño equipo de docentes que se ha atrevido a ir más allá de la pura transmisión de conocimientos para convertirse en desarrolladores de personas y en referentes humanos.

El equipo de Reimagine Education Lab ha ido allí a realizar la evaluación de proceso que, de acuerdo con la metodología RIEDUSIS, es previa a la evaluación de impacto, y que consiste en contrastar el diseño que se realizó con el desarrollo efectivo en el aula, para ajustar aquellos elementos que se consideraran y seguir avanzando en la experiencia de transformación para toda la Ikastola, que es el prototipo.

Y hemos quedado impactados… en el corazón… profundamente. Vivir de primera mano, mediante entrevistas, grupos foco y observaciones de actividad, cómo es posible producir y aumentar una relación mágica entre el alumnado y el equipo docente, y entre el propio alumnado y su entorno, para crecer decididamente en el proyecto vital, te deja una profunda huella interior como observador.

En nuestra breve estancia, hemos captado que la vivencia de su aprendizaje es profundamente humana, que las experiencias que viven en la escuela impactan en la forma de mirar la vida, sus relaciones, su futura profesión, y ayudan a descubrir su vocación en el mundo, a abrirse nuevas  posibilidades… en definitiva, a ser los protagonistas de su aprendizaje porque también aprenden a ser los protagonistas de su propia vida.

No podemos explicar en un post toda la riqueza de los mecanismos que han creado para asegurar un acompañamiento individual y grupal del alumnado rico y provocador, pero el espacio de crecimiento y la tutoría en pequeños grupos afines, el diario de bitácora, el espacio lúdico, la guía que hace el alumnado de segundo al de primero, los “ispiluen” (espejos), que son una tutoría individual y personalizada, son algunos ejemplos. Y todo ello dentro de un entorno retador y activo en que el alumnado es el protagonista de su aprendizaje por medio del trabajo individual y en equipo de retos planteados con un enfoque globalizado.

Esta es la escuela que soñamos hecha realidad. Una escuela en que el alumnado, junto con el equipo docente, juegan, cantan, bailan, trabajan, aprenden, se acompañan, descubren el amor… en que el profesorado está formado por acompañantes que se preocupan por ellos como personas y en que su feedback es una importante herramienta para construir y diseñar, de forma inseparable, su crecimiento personal y profesional. Un entorno en el que aprender entre iguales y disfrutar de un compañero mayor que hace las veces de mentor, te ayuda, te orienta en el proceso de aprendizaje, porque él ya ha pasado por este proceso… y todo ello se convierte en una experiencia de crecimiento y de autonomía muy potente.

En definitiva, un espacio/tiempo muy alejado de una fábrica por donde pasan cohortes de alumnados a los que se transmite conocimientos y se les da un título, y muy próximo a la propia vida, centrándose en los seres humanos que entran en contacto y se potencian, personal y profesionalmente, durante dos años.

Fruto de la evaluación de proceso seguro que habrá que ajustar, mejorar y replantear mecanismos y acciones…, pero hoy no tenemos ninguna duda: ¡ojalá hubiéramos vivido una experiencia como esta cuando fuimos a la escuela de adultos! ¡Gracias Inmakulada!

Más allá de los resultados, más allá de las competencias: ¡herramientas para la vida!

Todos los que somos educadores estamos encerrados en casa, y nuestros alumnos en las suyas. La escuela y la universidad están cerradas. La pandemia del coronavirus nos ha sorprendido profundamente y ha puesto de manifiesto que el cambio de época que comentábamos los últimos años es ya una realidad incuestionable. Hasta ahora, encerrados en nuestro día a día, no hemos tenido tiempo de pararnos, levantar la cabeza y mirar más allá. Pero esto podemos cambiarlo.

Está claro que ahora, estos primeros días de confinamiento, hay que hacer lo posible para trasladar al trabajo online lo que podamos de nuestra actividad educativa presencial a fin de garantizar al máximo una continuidad de trabajo, lectura, reflexión y aprendizaje que nos permita no perder el curso… Pero, ¿y después? ¿Podríamos aprovechar este paro que nos ha de garantizar algo más de tiempo para pensar, reflexionar sobre lo que hemos hecho hasta ahora y lo que habría que hacer de otra forma en el ámbito educativo cuando volvamos a la normalidad docente? Vayamos por partes y, sobre todo, no volvamos a caer en los mismos errores o inercias…

Con los alumnos en casa afectados por una situación extraña e inimaginable y sin haber hecho una transición planificada, se pone de manifiesto más que nunca la necesidad de darles herramientas para poder vivir plenamente en un mundo en permanente cambio… No podemos limitarnos a transmitirles conocimientos más o menos competenciales y añadir, cuando tengamos tiempo, algunas actividades novedosas… A partir de ahora se tratará de priorizar y dar la vuelta al proceso de enseñanza y aprendizaje para hacer que el conocimiento de uno mismo, la fortaleza interior y el equilibrio mental, las preguntas y las experiencias vitales, la creatividad, la cooperación y el trabajo en equipo, con los cambios que todo esto comporta individual y colectivamente, sean el nuevo eje de nuestro proyecto de transformación educativa. Y siempre, más allá de los resultados y de las competencias: ¡Debemos prepararles para la vida, debemos hacerles vivir la vida con sentido! No podemos seguir yendo a remolque de un mundo que cambia muy rápidamente y que no nos avisa.

El hecho de hallarnos en pleno 2020 puede ayudarnos a tener algo más de perspectiva. ¿Dónde estábamos en el 2010, hace ni más ni menos que 10 años? ¿Dónde estábamos respecto a los planteamientos y a las actividades en nuestro centro educativo? ¿Cómo hemos avanzado hasta aquí? Seguramente, en estos últimos diez años hemos hablado y hemos hecho mucha innovación, hemos aprendido, nos hemos flexibilizado, nos hemos equivocado… y probablemente, nos hemos estresado mucho también, pero no hemos podido avanzar hacia un cambio profundo

Pero miremos algo más lejos: ¿Dónde querremos estar en el 2030, es decir, dentro de diez años? ¿Cuántas crisis como esta viviremos en esta época? ¿Cómo habrá avanzado la inteligencia artificial y cómo podremos incorporarla a favor de nuestro proyecto educativo? ¿Dónde nos habrá conducido el calentamiento del planeta y cómo estaremos educando experiencialmente de otra forma? ¿Cómo habremos superado el pensamiento simple basado en la transmisión de disciplinas separadas entre ellas y habremos avanzado decididamente hacia el pensamiento crítico y complejo basado en la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad? ¿Cómo habremos cambiado la cultura interna de nuestra institución? Es preciso que seamos disruptivos, que avancemos con más ambición y sueños… Hace falta que pasemos de la innovación a la transformación sin dejarse la piel… Y para ello necesitamos nuevas reflexiones, nuevas estrategias y metodologías del proceso de cambio. Si seguimos haciendo los mismo que hasta ahora, no va a cambiar nada…

No disponemos de demasiado tiempo para hacerlo. Lo decíamos en otro post hace pocos meses: debemos cambiar de fase. No volvamos a caer en el activismo, aunque sea virtual. Reservemos tiempo para lo más importante, sobre todo, los directivos… Por nuestra parte, contamos con la experiencia de haber realizado cambios profundos y aportamos una metodología del proceso de transformación… estamos acompañando escuelas y universidades en muchos países distintos… ¡Hablemos de ello!

#EsHoraDeTransformar

A partir de la próxima semana, iremos publicando diferentes posts para explicar con más detalle nuestra propuesta y metodología. Además, Xavier Aragay y todo el equipo de consult-coaches de Reimagine Education Lab, nos ofrecemos para quien desee resolver dudas y profundizar en el proceso de transformación (cómo pasar de los QUÉ a los CÓMO) pueda hacerlo, individual o institucionalmente, mediante videoconferencia. Si lo deseáis, contactad con hola [ @ ] riedulab.net y quedamos. ¡Estaremos encantados!

Cómo enfocar la transformación profunda de la educación

Hace años que empezamos a reaccionar frente a un entorno que se va moviendo cada día más deprisa. Hemos leído libros, asistido a conferencias, realizado innumerables cursos de formación… hemos dedicado muchas horas en largas reuniones del equipo de dirección o del equipo impulsor de la innovación, lo hemos comentado en muchas reuniones de profesorado… hemos implementado cantidad de iniciativas de innovación en nuestra escuela o universidad… tenemos responsable de innovación educativa… hemos invertido en tecnología y también quizás en mobiliario o en cambiar espacios físicos… Y, sin embargo, tenemos la sensación de no terminar de despegar, de que esto no es lo que deseamos… de que nos falta mucho para llegar a un punto de inflexión y cambio… Por eso creemos que es hora de enfocar la transformación profunda de la educación.

Incluso estamos física y psicológicamente cansados, estresados… con un punto de saturación… si esto dura mucho ¿podremos aguantarlo? Pero, sobre todo, ¿es este el camino que nos llevará adonde queremos llegar? ¿Podría ser mucho ajetreo para que nada importante y de fondo cambie?

Nos contaron que vivíamos en un entorno VUCA (Volatility, Uncertainty, Complexity and Ambiguity) y que debíamos reaccionar ante él. Pero, ¿y si esto no ha hecho más que empezar? El profesor Yuval Noah Harari, en su último libro 21 lecciones para el siglo XXI, nos explica que estamos entrando de lleno en un entorno UTRU (Unprecedented Transformation and Radical Uncertainties) que podríamos traducir como que ya nos hemos situado en un mundo que va hacia Transformaciones sin Precedentes y Radicalmente Inciertas (TPRI en español). Tenemos un nuevo entorno, distinto, disruptivo, que nos lleva a un futuro incierto pero muy distinto… Como dice mi amigo y compañero Lluís Tarín: «El futuro no es lo que va a venir, está sucediendo ahora y podemos aprender de él.» y ¿qué mejor momento para enfocar la transformación profunda de la educación?

Aconsejo leer el libro que cito (especialmente el breve capítulo 19 en el que reflexiona sobre educación), así como las dos anteriores obras del autor (Homo Sapiens y Homo Deus). Sin embargo, no tengo suficiente espacio en este post para explicar las razones y la profundidad del cambio que nos plantea y que, con toda seguridad, vamos a vivir. Me parecen especialmente relevantes los avances en biotecnología, en infotecnología, en la inteligencia artificial basada en algoritmos que aprenden por sí mismos y que son capaces de analizar cantidades astronómicas de datos en tiempo real, en un mundo globalizado y lleno de oportunidades y desafíos (o peligros, como se quiera ver) con unas fronteras cada vez menos claras entre el mundo físico y el mundo virtual…

Estos cambios profundos que en parte ya estamos viendo se revelarán sobre todo en los próximos cinco o diez años y afectarán de lleno a la forma cómo pensamos, vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Y, por supuesto, afectarán de lleno a la educación y la manera que tendremos de enfocar la transformación de la educación.

Si pasamos de ver nuestro mundo con una mirada en modo VUCA a verlo con una mirada en modo UTRU, y si nos convencemos de que la educación va a ser, sin ninguna duda, el sector de nuestra sociedad que más va cambiar en los próximos años, coincidiremos en que no podremos seguir repitiendo o incrementando lo que hemos hecho hasta ahora en nuestra escuela o universidad para mejorar la educación. Va a ser insostenible, y además, probablemente, no nos lleve a donde soñamos llegar… Podemos hacer un símil tecnológico para explicarlo mejor: no estamos frente a un tema de más y mejores aplicaciones (innovaciones pedagógicas), ni siquiera ante la necesidad de nuevas adaptaciones y puestas al día (e-learning, TIC…).

Es una cuestión de un nuevo sistema operativo OS. Un nuevo paradigma de la educación.

Este mes agosto he sido abuelo por primera vez. Es una muy grata experiencia vital. Dentro de unos años, mi nieta va a ir a la escuela y, si así lo decide, probablemente saldrá de la universidad más allá del 2040 (bien, si es que la universidad continúa existiendo en una forma parecida a la actual) y cumplirá los 30 años cerca del 2050. Cómo será el mundo en el que va a vivir y desarrollar su proyecto vital?

Es evidente que nadie lo sabe, pero ya intuimos que la simple transmisión de conocimientos, o incluso la enseñanza experiencial de competencias con una tutoría fundamentalmente grupal, no van a ser suficientes para ayudarla. Vamos a necesitar que ella y sus compañeros de promoción se conozcan profundamente, sepan cómo aprenden y, por tanto, se acostumbren a aprender de forma permanente, sepan e interioricen qué inteligencias tienen y expresan fuertemente, y qué pueden aportar a este mundo…

Necesitamos que sean personas equilibradas, creativas, con iniciativa, comprometidas, competentes, acostumbradas a enfocar y resolver problemas complejos e interdisciplinares de forma colaborativa…

Que incorporen y normalicen que el cambio va a ser lo único permanente en su vida… que la reinvención continua va a ser su hábitat. Que se hagan una idea propia de cómo es el mundo y de qué quieren hacer en él. Y que sean libres, por tanto, de conducir su proyecto vital.

Es por esto que debemos cambiar de fase y pasar de la innovación activista y pensada de curso en curso (ojo, que seguramente nos ha venido bien hasta ahora hacerlo de esta manera, y además hemos aprendido mucho) a la transformación profunda de la educación (cambio de paradigma), en un proceso que va a durar algunos años y para el que hay que tener una mirada a medio y largo plazo. Un cambio de fase que debemos empezar cuanto antes. Debemos pararnos, visualizar y establecer un punto de llegada. ¿Dónde queremos que nuestra escuela o facultad esté dentro de cinco años? ¿Con qué cultura interna, con qué organización, con qué roles y espacios? ¿Qué metodologías y mecanismos didácticos disruptivos vamos a poner en marcha? ¿Cómo establecemos un relato del cambio y preparamos una sólida coalición para afrontar este cambio mucho más profundo que lo que hemos hecho hasta ahora?

Y, lo más importante y que ocupa el primer lugar, ¿qué tipo de alumnos, de personas, queremos educar y ofrecer, por tanto, a este mundo tan cambiante?

En los últimos meses, muchos centros se han dirigido al equipo de Reimagine Education Lab con la sensación que describía al empezar este post… andan desorientados, cansados, perdidos en lo inmediato, y nos han pedido ayuda para enfocar esta nueva fase de transformación profunda de la que hablamos.

Y lo estamos haciendo, estamos construyendo juntos, en base a nuestra metodología del proceso de transformación que denominamos RIEDUSIS, caminos distintos y flexibles (según la situación de cada centro o red de centros) para poder empezar otra fase.

Una fase más profunda, más en línea con los ecosistemas educativos que deseamos desarrollar para que los alumnos puedan crecer, madurar y seguir su proyecto vital acorde con los tiempos en que van a vivir. En este proceso de enfocar la transformación andamos, con fuerza e ilusión… y no podemos retrasarlo.

¿Cómo lo ves?

Tendencias internacionales emergentes para la transformación de la educación superior (parte 2)

Artículo original de Xavier Aragay Tusell para MUniversitas, 38, la revista de la Universidad de Mondragón. Con su permiso, reproducimos aquí el artículo en dos partes: aquí puedes leer la primera parte, y esta es la la segunda:

 

En todas las iniciativas de cambio e innovación que se llevan a cabo en estos momentos en todos los niveles de la educación, podemos observar la mayoría de las diez tendencias que he descrito brevemente. Aunque no las llamen por este nombre, o cada institución las bautice con algún nombre técnico o específico vinculado a su modelo de persona/profesional o a sus opciones metodológicas y educativas.

Y ciertamente, no hay un solo modelo por replicar, porque todos los contextos son distintos, como distintas son también las maneras de entender la educación por parte de cada institución, y distintas son las tradiciones y contextos. Pero si es imprescindible salir de la zona de confort en la que muchas universidades están instaladas, y empezar a transitar por el camino de la transformación profunda de la educación, buscando y construyendo el propio modelo de cambio y proyectándolo hacia el futuro.

 

Y esto es lo que estamos haciendo conjuntamente en Mondragón Unibertsitatea. Y para ello, la universidad y Reimagine Education Lab hemos firmado un acuerdo marco de colaboración para la transformación del proceso de enseñanza y aprendizaje de la oferta educativa de MU. Partimos de los ejes del proyecto Mendeberri 2025 y de toda la experiencia y capacidad de la universidad, y en base a la metodología RIEDUSIS centrada en el perfil de persona-profesional, avanzamos en un rediseño profundo de los grados y másteres.

 

La metodología de proceso de cambio RIEDUSIS es un sistema, original y contrastado, de acompañamiento en el camino de transformación de una institución educativa, desarrollado por el equipo de Reimagine Education Lab. Lo podemos resumir sintéticamente en el esquema siguiente:

 

En este sentido, el reto fundamental es “Recentrar el proceso de formación en la persona” reequilibrando el balance entre lo personal y lo profesional para impactar en un tipo de persona distinta. Para ello es muy importante el cambio de mirada y marco mental de los directivos y profesores de la universidad, y el desarrollo del perfil del egresado desglosado en impactos como elemento tractor del cambio.

El nuestro es un acuerdo de trabajo conjunto, basado en unir conocimientos y experiencias para transformar la universidad en un proceso que ha de permitir distintos ritmos de las facultades y grados o másteres, para ser líderes de la transformación y el cambio universitario en el mundo. Esta es nuestra visión y ambición.

Porque es muy importante entender que estamos hablando de un “proceso” de transformación educativa. Es decir, no hablamos solamente de innovar o realizar cambios en las aulas… claro que los realizaremos, pero nuestra intención, nuestro proyecto, nuestro sueño es un cambio sistémico. Y, por tanto, un cambio de mirada, cultural, organizativo, de espacio físico. Es toda la universidad la que entra en un proceso de cambio profundo. Y para que esto ocurra la universidad no puede estar sola. Debe de aliarse.

En este sentido, no debemos olvidar que la universidad (¡y en este caso una universidad en forma de cooperativas!), son personas. Personas que realizan muchas actividades con otras personas y para las personas que se están formando o educando. Y aunque es verdad que a menudo hablamos de la universidad  como institución, más verdad es aún, y esto a veces se olvida, que esta institución está formadas por personas. Y solamente la persona, cada una de ellas, puede decidir realizar un cambio educativo. Y sólo si lo decide en su interior, si lo decide libremente, si sueña y se arriesga a dar el salto, el cambio puede entrar en el terreno institucional.

Y precisamente en el interior de las personas, y sobre todo en el interior de los directivos educativos, reside la principal fuerza y también la limitación más importante para realizar el cambio. La fuerza para la transformación se halla en la conexión entre la vocación y la mirada dirigida a la persona y al futuro. La limitación radica en los marcos mentales desajustados respecto al momento que vivimos y al futuro que adivinamos. Y, a menudo, estos marcos desajustados se expresan en forma de desconcierto, de conservadurismo, de perfeccionismo, de miedo o de hiperactivismo.

 

La educación superior debe reimaginarse. Y es una herramienta tan poderosa e importante que no podemos dejarla en manos de la inercia o de la mera actividad por la actividad. Tampoco podemos esperar que una nueva ley, norma, memoria o agencia la transforme. La educación superior se debe transformar con la participación de toda la comunidad educativa. Para decidir dónde queremos estar dentro de cuatro o cinco años. En esto estamos.

 

Tendencias internacionales emergentes para la transformación de la educación superior (parte 1)

Artículo original de Xavier Aragay Tusell para MUniversitas, 38, la revista de la Universidad de Mondragón. Con su permiso, reproducimos aquí el artículo en dos partes: esta es la primera, y aquí puedes leer la segunda.

 

El mundo está en plena transformación en todos los campos y en todos los ámbitos. Estamos atravesando, y vamos a travesar en los próximos años, un profundo umbral de cambio. Ello requiere que las personas, los futuros profesionales, también atraviesen este umbral y se preparen de forma distinta. Tanto en la escuela (15 años), como en la universidad (entre 4 y 6 años más). Por esta razón, la universidad, también debe de atravesar un umbral de cambio profundo que replantee a fondo la forma de enseñar y aprender y que llegue a transformar la cultura interna, los roles, la organización y el espacio físico de la institución de educación superior. Y por supuesto, también su función de investigación, transferencia y difusión.

Afortunadamente, hoy la sociedad está viviendo una verdadera primavera educativa, tanto en la escuela como en la universidad, vinculada a la innovación y al cambio. Efectivamente, ante la profunda percepción de crisis que experimentan la mayor parte de los sistemas educativos de todos los países y el poco avance de las innovaciones y cambios en las propias universidades, son centenares las escuelas, redes de escuelas, instituciones, proyectos y universidades, en los que también a menudo están involucrados los gobiernos, que exploran y hacen realidad metodologías innovadoras y nuevas experiencias formativas en instituciones, con frecuencia, centenarias

De esta forma, aparece un renovado interés por la educación como motor y herramienta básica para mejorar la humanidad. Y está ya en la agenda mundial todo lo que tiene que ver con la innovación y transformación del proceso de enseñanza y aprendizaje. Hoy se habla más que nunca de la educación y de su sentido. Hoy es más preciso que nunca transformar el proceso de enseñar y aprender de las universidades.

Por mi experiencia de fundación, creación y  dirección de la Universitat Oberta de Catalunya, por el diseño y la puesta en marcha durante ocho años del proyecto Horizonte 2020 de los jesuitas de Catalunya, y por mi responsabilidad actual como Director del equipo de Reimagine Education Lab, he viajado a más de veinte países donde he entrado en contacto con centenares de equipos directivos y profesores de escuelas y universidades que están reaccionando frente a la crisis de la educación y están avanzando en la innovación educativa.

Por lo que atañe a este enriquecedor contacto y a los intercambios de experiencias y conocimientos realizados, he podido constatar un conjunto de tendencias internacionales que concretan la transformación profunda de la educación que ya se está realizando. Estas tendencias no son fruto solamente de la investigación y el debate. Son fundamentalmente producto del intercambio de experiencias y de la observación de la realidad, de los sueños de equipos que no esperan normas, memorias o criterios de agencias para cambiar y que consideran que ningún obstáculo es lo bastante grande como para bloquearles en su camino de encontrar una forma distinta de formar.

Vamos a repasar, una por una, las diez tendencias internacionales emergentes de la transformación educativa que he identificado y observado:

 

  • Un estudiante que se ubica en el centro del proceso de enseñanza y aprendizaje, es su protagonista, y aprende haciendo

En el sistema tradicional que tratamos de transformar, el centro lo ocupan el profesor, los contenidos del currículum que se aspira transmitir y la visión tradicional de la profesión a la que da acceso la titulación. Todo ello debe descentrarse para conseguir poner en el centro al alumno, su desarrollo, sus intereses. Para que sea él quien de forma activa, mediante su trabajo individual y en equipo, vaya aprendiendo y desarrollándose mediante un planteamiento significativo y basado en la experiencia. Que el mismo alumno imagine, descubra y desarrolle su visión personal de la vida y la profesión que sueña realizar. Este camino nos ha de permitir plantearnos una mayor personalización, diversidad e inclusión y alejarnos de “planes de estudio” pre-establecidos e inamovibles.

 

  • Un profesor que cambia de rol y que, más allá de seguir transmitiendo conocimiento, pasa de estar centrado en su materia o contenido a estar también centrado en el desarrollo humano y personal del alumno

Efectivamente, un profesor que deja de estar en el centro del proceso de enseñanza y aprendizaje y centrado en su materia o foco curricular de forma individual y muy solitaria, y que transforma su rol de presentador y transmisor oral del conocimiento para devenir un profesional, abierto, flexible y con visión de futuro, centrado en el desarrollo y el crecimiento personal y profesional del alumno mediante una acción en equipo e interdisciplinar con otros profesores. Así, mediante el diseño de proyectos y entornos de trabajo, y la dinamización de actividades dentro y fuera de la universidad, pero siempre cerca de los estudiantes, impulsa, interpela, guía y orienta sus trabajos individuales y en equipo. El profesor se convierte, pues, en un referente vital y profesional para sus alumnos a los que desafía, ayuda y orienta para que encuentren su propio camino futuro.

 

  • Un aprendizaje basado en una comunidad educativa de profesores y alumnos, en la relación personal, en la creación de vínculos y en el trabajo cooperativo

El aprendizaje con los otros y en equipo es fundamental para conocernos y construirnos como personas y profesionales. Y es vital para poder ejercer cualquier profesión y desarrollarse. Por tanto, el sistema de trabajo colaborativo debe ocupar una proporción significativa del tiempo lectivo de los alumnos mediante el trabajo por proyectos y la resolución de retos o problemas complejos, de forma que se establezca como referencia básica del proceso de enseñanza y aprendizaje la comunidad educativa. En ella, las agrupaciones de estudiantes y profesores pueden variar combinando grupos grandes, grupos naturales o grupos pequeños, pero primando, en todo caso, el aprendizaje entre iguales y el desarrollo de la iniciativa y la imaginación.

 

  • Un aprendizaje interdisciplinar basado en el planteamiento y la resolución de retos que superan las materias curriculares y están conectados con la vida, la profesión, el entorno y las empresas, y el contexto significativo que rodea al alumno

El trabajo interdisciplinar para la resolución de problemas y retos vinculados a la vida real y al contexto de los estudiantes, que utiliza además dinámicas participativas, de investigación y lúdicas, permite una formación más integral y un aprendizaje más activo y dinámico. En este sentido, las evidencias científicas existentes vinculan el trabajo en equipo y la interdisciplinariedad a la creatividad, a la capacidad de iniciativa, a aprender a aprender y al trabajo con los demás. Todos ellos, aspectos fundamentales de la persona que queremos educar, y que son básicos para el futuro del estudiante y su proyecto vital y profesional. Solamente los equipos integrados, flexibles y retadores de profesores de ámbitos científicos y profesionales muy distintos, con alumnos entusiasmados en sus tareas y desarrollos, pueden asegurar un liderazgo futuro de la universidad y de sus egresados.

 

  • Una formación con mirada y sentido integrales, dirigida a todas las inteligencias del alumno y orientada a impactar en el conjunto de la persona para ayudarla a conocerse y a construir su proyecto futuro

El proceso de aprendizaje en la universidad es corto en el tiempo si lo comparamos con la vida activa futura del estudiante y su necesidad de formarse de forma permanente. Por tanto, su formación debe enfocarse de forma integral, con una nueva mirada al conjunto de la persona y a medio y largo plazo, para integrar todas las inteligencias del alumno y así desarrollar aptitudes, competencias, conocimientos y valores pertinentes con el modelo de persona/profesional que deseamos formar. En este sentido, el eje fundamental de la nueva mirada y el sentido integral de la educación es la búsqueda del desarrollo del proyecto vital y profesional del alumno para que pueda disponer de las herramientas fundamentales para devenir un ciudadano y un profesional activo en su entorno. Los cuatro años de un Grado, más los que puedan venir en forma de Máster e incluso el Doctorado, han de ser, sobre todo, un medio para conseguir formarse de manera permanente y constante a lo largo de la vida. Han de ser un trampolín que huya del resultismo y el cortoplacismo y que tenga por objetivo que el estudiante ya no se desvincule del aprendizaje permanente y por tanto de la universidad.

 

  • Una apuesta decidida por la flexibilidad de caminos e itinerarios formativos que debe contemplar la diversidad (¡en la universidad!) combinando dentro (otras facultades y universidades) y fuera (empresas e instituciones) con implicación directa de los estudiantes en proyectos y experiencias reales y significativas

La universidad no puede agotar sus itinerarios en sí misma y de forma poco flexible y personalizada. Las barreras mentales y burocráticas que hemos construido en nuestros caminos “dirigidos y trillados” para que los estudiantes pasen por ellos de forma uniforme, se deben replantear totalmente. La flexibilidad, la interconexión, el diálogo permanente entre experiencias, contrastes y teorías, buscando respuestas, retando soluciones nuevas es lo que debe conformar el aprendizaje y el crecimiento de la persona/profesional que deseamos educar. El dentro y el fuera se deben diluir, se deben inter conectar en una multitud de caminos, posibilidades y colaboraciones.

 

  • Una evaluación de los alumnos y de su progreso totalmente transformada y al servicio del objetivo de educar y desarrollar

 La evaluación de los estudiantes es un elemento fundamental que cambia completamente su dinámica y enfoque. Así, la evaluación debe abandonar su dimensión “notarial”, punitiva y de control, para enfocarse de forma holística, cualitativa, formal e informal y continua, y ha de estar al servicio del desarrollo de la persona y del aprendizaje. De esta forma, pasa a ser diagnóstica, formativa y sumativa, e incluye autoevaluación personal, coevaluación del equipo y heteroevaluación de los profesores para tener un feedback constante y avanzar en los procesos personales y meta cognitivos. En consecuencia, más allá del enfoque y de su función, ha de cambiar también la forma de comunicar la evaluación al alumno, a fin de que esta explique y comunique el nuevo planteamiento y la nueva forma de evaluar y ayude a avanzar.

 

  • Un acompañamiento activo a los profesores en su cambio de rol

Los profesores deben tener un acompañamiento activo para cambiar de rol, en un proceso que vaya más allá de la formación clásica conceptual y que asegure también el «aprender haciendo» y el compartir con otros docentes sus preocupaciones y avances. Sin una dedicación específica y temporal para que el profesor pueda reflexionar sobre su acción docente y transitar individual y colectivamente por el camino del cambio de metodología y de rol, es imposible realizar y asegurar un cambio educativo en condiciones. Esta es, sin duda, una inversión necesaria y un camino imprescindible. Lo más importante en este proceso de cambio no es aprender nuevas técnicas y conceptos (que también habrá que hacerlo)… lo fundamental es ayudar a cambiar los pre juicios, los marcos mentales, las miradas, los miedos, las inercias… y esto requiere tiempo, liderazgo y acompañamiento.

 

  • Una evaluación efectiva de las iniciativas innovadoras y de cambio basada en el análisis, la observación y la cuantificación del impacto realizado en el estudiante

Se hace imprescindible evaluar el impacto sobre los alumnos y sobre el modelo de persona/profesional a formar de todas las innovaciones educativas que se vayan decidiendo e implementando. Esta evaluación se debe plantear en el mismo momento del diseño del cambio que se quiere realizar, en un avance decidido hacia una acción docente más fundamentada en datos y en evaluaciones científicas, y en la construcción de una teoría para el cambio que posteriormente permita contrastarla y validarla. En este sentido, se va abriendo camino progresivamente la distinción entre resultado e impacto en el devenir del alumno dentro de la escuela. Y el impacto efectivamente realizado en el alumno, de acuerdo con el modelo de persona/profesional que nos hemos propuesto formar, se ha de convertir, de acuerdo con el método científico, en el verdadero motor de avance y contraste de la transformación de la institución superior.

 

  • Un trabajo abierto y en red entre facultades, universidades e instituciones y empresas para construir, de forma cooperativa, el camino de cambio

Transformar un grado de forma aislada, por grande que sea, es muy difícil. Los diferentes contextos (universitarios y empresariales), el trabajo compartido y en red, la observación de las buenas prácticas de otros y el compartir errores y aciertos, y hacerlo en red, es la mejor forma de aprendizaje colectivo que conocemos. Así, el trabajo abierto, experimental, con otros distintos y diversos se convierte en un gran instrumento para avanzar en la transformación de las universidades.

 

Sigue leyendo el artículo, clica aquí para ver la segunda parte.

¿Innovar para adaptar o innovar para transformar?

Esta es una pregunta muy importante para todas las escuelas y universidades, sobre todo en el momento en que, como institución, nos cuestionamos dónde queremos estar, en qué queremos innovar en cuanto al cambio educativo se refiere, dentro de algunos años. Es decir, ¿vamos acumulando pequeñas innovaciones, curso tras curso, que nos ayudan a adaptar mejor el modelo que tenemos o enfocamos una transformación a fondo de dicho modelo? Vayamos por partes.

A menudo se afirma que innovar es transformar, pero en educación, teniendo en cuenta el marco sistémico que normalmente nos encorseta, esto no siempre es cierto. Innovar no sólo depende de nuestra intención o nuestra voluntad…

Cuando hablamos de innovar, normalmente estamos planteando mejoras y retoques dentro del modelo clásico de enseñanza y aprendizaje y, por tanto, sin un planteamiento de cambio profundo. Es lo que se denomina «mejora continua». Las acciones de innovación son más bien operativas y con pocos riesgos estructurales o culturales. Sabemos el terreno que pisamos. Copiamos, adaptamos, rectificamos, reinterpretamos, sustituimos, apedazamos. Aunque al principio algunas innovaciones pueden apuntar alto, precisamente para no provocar un cambio más sistémico o porque chocamos con un techo de cristal que nos impide ir más allá, con frecuencia acaban adaptándose a las condiciones estructurales existentes. Como consecuencia de ello, las innovaciones que se acaban realizando, afectan un tanto por ciento marginal de la vida de aprendizaje del alumnado en el centro. Además, a menudo dependen, finalmente, de la buena voluntad del maestro o profesorado que debe aplicarlas en su grupo aula.

Además, no requieren demasiado esfuerzo o energía colectiva, ni grandes decisiones o liderazgo. La formación es su instrumento fundamental, sin garantizar su aplicación una vez que esta formación se ha realizado. Normalmente se trata de una formación, además, que no interpela internamente, sino que mira hacia afuera. Tampoco se requieren grandes planes a medio o largo plazo. Más bien las innovaciones se plantean curso a curso, y tienen mucho que ver con la propia evolución del sector educativo, en el que siempre hay algún movimiento de innovación basado en tecnologías o metodologías y productos. Ejemplos de ello en los últimos años han sido la incorporación de las TIC, los sistemas de calidad o mejoras metodológicas, como la introducción del trabajo por competencias.

Innovar es necesario e importante, pero quizá no nos lleva a un lugar futuro deseado de cambio, y está muy conectado con el HACER.

Cuando hablamos de transformar, nos referimos a cambiar profundamente el proceso de enseñar y de aprender vigente en la escuela o en la universidad para llegar a otro distinto. Se trata de rediseñar, de hacer prototipos, de concretar experiencias avanzadas de cambio, de ir más lejos. La transformación no es evolutiva o incremental. La transformación es disruptiva. Transformar tiene normalmente más riesgo a corto plazo, pero el hecho de requerir de una planificación a medio y largo plazo asegura mejor que lleguemos adonde queremos dentro de unos años. Para transformar, hay que definir una estrategia y un proceso, lo que significa poner más energía, tomar decisiones e identificar el talento interno y externo para hacerlo. Implica, finalmente, un cambio cultural y organizativo, estructural, basado en una coalición por el cambio que garantice la realización de actuaciones que hacen salir de la zona de confort. Y, en conjunto, exige una fuerte dosis de liderazgo, de convicción, de empoderamiento y de comunicación…

Pero, sobre todo, la transformación interpela a la persona, mira hacia dentro, conecta con la vocación para revitalizarla, invita a un cambio de mirada. Transformar conecta con el SER.

En un proceso de transformación caben, en forma de prototipos y experiencias, muchas innovaciones específicas que difícilmente se pueden concretar o consolidar con el planteamiento de las acciones a corto plazo, porque normalmente el sistema las limita o las impide. Pero, en todo caso, su complejidad superior requiere una metodología que nos ayude a llevarla a cabo y que atienda todos los elementos que hay que tener en cuenta.

La acumulación de innovaciones más o menos ordenada o caótica no nos llevará jamás a una transformación profunda. Más bien, al hacerse de forma simultánea a la actividad que ya realizamos normalmente (que es muchas), nos puede llevar a un cierto estrés organizativo que, a medio plazo, puede facilitar la vuelta a donde estábamos antes de empezar.

La transformación nos puede dar una diferenciación muy importante de otros proyectos educativos y una ventaja competitiva suplementaria. Por otra parte, hay que tener en cuenta que todo a nuestro alrededor se está transformando… y a una gran velocidad.

Así pues, ahora es más necesario que nunca hacerse la pregunta inicial: ¿Innovamos para adaptar o innovamos para transformar?