Perfil de los alumnos: una propuesta de Portugal
Hace unas semanas, en un anterior post, hablé de un programa piloto que el Ministerio de Educación de Portugal pondrá en marcha el próximo curso. El programa de perfil de los alumnos que se llama Autonomía y Flexibilidad, abarca cerca de 200 escuelas del país y tiene por objetivo conseguir que los alumnos sean más protagonistas de su aprendizaje, y que este aprendizaje sea más significativo y esté basado en el trabajo experimental y las competencias.
En este marco, en aquel post, me referí a la propuesta de establecer un perfil nacional común del alumno a la salida de los 12 años de escolaridad obligatoria. Hoy deseo profundizar en este importante elemento y en la novedad que representa en el panorama educativo internacional.
Este perfil de los alumnos contempla ocho principios educativos, una visión del ciudadano del siglo xxi, seis valores y doce competencias clave, tiene una base humanista y ha sido consensuado con los principales actores de la comunidad educativa. Se habla de formar personas libres, responsables, autónomas y conscientes de sí mismas y del mundo que les rodea. Personas capaces de lidiar con el cambio y la incertidumbre en un mundo en rápida transformación; críticas, creativas y con competencias para el trabajo colaborativo y capacidad de comunicación. Asimismo, aptas para continuar su aprendizaje a lo largo de la vida como factor decisivo de su desarrollo personal y de su intervención social sostenible.
Tal y como plantea el documento elaborado, tener un perfil de los alumnos definido no es un intento uniformizador. Al contrario, se trata de tener un marco común de referencia que potencie la libertad, la responsabilidad y la valorización de la persona en el trabajo de los educadores en las escuelas. Ante los demás y ante la diversidad del mundo, el cambio y la incertidumbre, es importante crear unas condiciones de equilibrio entre el conocimiento, la comprensión, la creatividad y el sentido crítico. Se trata de formar personas autónomas y responsables y ciudadanos activos. Y para ello, los conocimientos, aunque necesarios, no son suficientes.
Es importante decirlo alto y claro. Hoy, en todos los países, los conocimientos, estructurados en currículums oficiales excesivamente extensos, dominan el proceso de enseñanza y aprendizaje y dictan, cual dictador de la comunidad educativa, casi todos los minutos y actos educativos. En base a ellos se programa y planifica, en base a ellos se realiza la clase y en base a ellos se examina y evalúa. Y aunque el currículum tenga una estructura competencial, aunque se separen las competencias específicas de las transversales y, en base a una distinción que proviene del mundo anglosajón, se distinga entre competencias hard y competencias soft, continuamos hablando de currículum y competencias. No del modelo de persona a educar.
¿Y dónde queda el modelo de persona que queremos educar? La mayor parte de las veces queda en un documento de referencia, dentro del proyecto educativo, que no llega a hacerse presente dentro del aula. A menudo es un brindis al sol. O, a lo máximo que podemos aspirar, en palabras de algún directivo, es a que esté presente mediante una lluvia fina que impregne la escuela… y ya sabemos que últimamente la lluvia escasea.
Por esto me parece tan importante que un ministerio, mediante un trabajo de consenso, y antes de poner en marcha un programa piloto, ponga sobre la mesa un perfil del alumno que queremos educar, con la clara intención de “reequilibrar” el excesivo peso del currículum en el proceso de aprendizaje y dar mayor importancia a la educación de la persona.
De hecho, en mi opinión, transformar la educación ha de significar, fundamentalmente, darle la vuelta completa (flipped school) al proceso de aprendizaje que, en lugar de estar centrado en la transmisión de conocimientos, debe de estar centrado en la educación de la persona en base a un perfil del alumno consensuado en la comunidad educativa. Y en base a este perfil del alumno y a los recursos disponibles, se debe programar y planificar un conjunto de actividades con las que se deben conseguir unos resultados en términos personales y académicos a fin de impactar de forma clara en los alumnos para conseguir el modelo de persona que queremos educar. Y en este contexto, los contenidos estructurados en un currículum (si es posible en base a competencias) son un medio, no un fin en sí mismos.
Y para conseguir esto vamos a necesitar de una metodología de diseño y planificación educativa, específica y distinta de la que ahora tenemos. Pero este tema lo explicaré en otro post.
Ojalá otros gobiernos sigan el ejemplo del Ministerio de Educación de Portugal y decidan crear, de forma consensuada y participativa, unos perfiles del alumno que queremos educar como forma de “reequilibrar” el excesivo peso del currículum. No tiene ningún sentido dedicar toda nuestra energía a transmitir unos conocimientos que no van a ser claves para el alumno y olvidar los elementos esenciales que conforman la persona y que le van a ser imprescindibles para ser ciudadanos de este siglo.