Reimaginando la universidad
La rápida transformación que nuestro mundo está viviendo en todos los ámbitos y su proyección y visión para los próximos cinco o diez años (y no digamos si hablamos de quince o veinte) provoca una importante crisis en el ámbito educativo. Todas las crisis son una buena oportunidad para cambiar las cosas, así que, qué tal si comenzamos reimaginando la universidad.
Esta percepción de crisis, en el sentido de cambios que amenazan su misma esencia y estructura en un futuro, con transformaciones sin precedentes y muy inciertas, es muy intensa en los educadores y directivos de los colegios y escuelas de todos los países del mundo. No siempre es así en el entorno universitario…
En mis viajes de trabajo a instituciones educativas de Europa, África y América, siempre que es posible visito y celebro encuentros con directivos de universidades para compartir su visión sobre el desarrollo de sus instituciones y su mirada al futuro… Y, progresivamente, empiezo a tener la misma sensación de preocupación y crisis que existe en el mundo de la educación no universitaria.
Hace unos meses, acompañé al equipo directivo de la Universidad de Mondragón en un viaje de exploración y contacto por diversas experiencias de cambio avanzadas de universidades norteamericanas de la costa Oeste. La visita, de una semana, a Phoenix, San Francisco y Seattle fue muy sugerente y me confirmó que los directivos de algunas instituciones de educación superior ya dan por hecha la necesidad perentoria de salir de la zona de confort y planificar y realizar cambios profundos y estructurales en su college o universidad, para anticipar la transformación y el cambio que inevitablemente van a ir penetrando en la educación superior.
Estamos hablando de centrar el proceso de enseñanza y aprendizaje universitarios en la persona y en el desarrollo de sus capacidades y competencias, con una visión integrada de educación para la vida y de su carácter, con los conocimientos necesarios en un ámbito profesional amplio y abierto, con el objetivo de asegurar que la experiencia y la vivencia de los años universitarios de grado pueda ser intensa y excepcional, con un alto grado de libertad y flexibilidad para que el estudiante pueda configurar su itinerario dentro y fuera de la universidad, de replantear a fondo las metodologías y los mecanismos didácticos en el aula, de asegurar la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad incorporando la codocencia, de replantear las estructuras organizativas, la cultura y la gobernanza de la institución… en una palabra, se trata de reimaginar la universidad mirando al futuro y asegurando un fuerte impacto en los alumnos.
En 1994 ya tuve la oportunidad de tener esta experiencia personal y profesional de innovación disruptiva y cambio cuando, como director-gerente, pude formar parte del equipo que ideó, diseñó y puso en marcha la primera universidad enteramente virtual del mundo —la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)— que hoy cuenta con cerca de 70.000 estudiantes en más de 90 países del mundo.
Actualmente, como director de Reimagine Education Lab, estoy colaborando con el equipo directivo de la Universidad de Mondragón en un interesante y apasionante proyecto de cambio denominado Mendeberri 2025. Estamos soñando y diseñando esta universidad transformada y transformadora del futuro, y lo estamos haciendo realidad reimaginando cada uno de los grados y facultades que la conforman.
También el Tecnológico de Monterrey, del que hablé ya en un anterior post, lleva un tiempo adentrándose en el camino de la transformación y el cambio con múltiples y diversas iniciativas e innovaciones, entre las que destaco, en este momento, el Observatorio de innovación educativa y el Congreso Internacional de Innovación Educativa (CIIE) que, en su quinta edición, se celebra del 10 al 12 de diciembre en Monterrey (México) y en el que participo como conferenciante invitado con una aportación sobre la necesidad de continuar reimaginando la universidad.
La educación superior debe reimaginarse. Es una herramienta tan poderosa e importante que no podemos dejarla en manos de la inercia o de la mera actividad por la actividad. Tampoco podemos esperar que una nueva ley, norma, memoria o agencia, la transforme. La educación superior se debe transformar con la participación de toda la comunidad educativa. Para decidir dónde queremos estar dentro de cuatro o cinco años. En esto estamos…
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