¿Qué papel tiene la naturaleza en la transformación educativa?
La COVID-19 ha acelerado el cambio en las reglas del juego. A día de hoy, ya sabemos que los cambios nunca vienen solos, y que son globales. Por eso nos preguntamos: ¿Qué papel tiene la naturaleza en la transformación educativa?
Son muchas las crisis que nos atraviesan hoy, venidas de antes de la COVID-19, pero que la pandemia ha afectado profundamente: crisis de salud, crisis económica, crisis social, crisis política, crisis de nuestro modelo de ciudad… En todo caso, con respecto a la crisis educativa, profunda y con pérdidas importantes, cada vez es más evidente para la comunidad educativa que el sistema educativo actual no da respuesta a las necesidades de un mundo cambiante, ni a la realidad actual y futura de los niños, niñas y jóvenes. Por esto, en Reimagine tenemos claro que necesitamos transformar a fondo la educación, y hacerlo de una forma integral, profunda, sistémica… yendo más allá del mero cambio de actividades o de la simple incorporación de tecnología en el aula.
Pero también vivimos inmersos en otra crisis: una crisis de colapso de la biodiversidad, de los ecosistemas y de las especies de seres vivos en la Tierra. Y esta crisis interpela necesariamente la educación, porque… ¿En qué mundo vivirá el alumnado de hoy cuando llegue a la edad adulta? ¿Cómo afectará la naturaleza en la transformación educativa? ¿Cómo será el mundo, entonces, con todo lo que traerá el cambio climático durante los próximos 15 años? ¿Cuántos ecosistemas quedarán en equilibrio, y cuántas especies de árboles, pájaros, mamíferos o plantas se habrán extinguido y cuántas quedarán vivas? ¿Cómo será el acceso a uno de los bienes más escasos y preciados del planeta, el agua dulce? ¿Cómo afectará esto a las poblaciones (humanas, animales y vegetales) más vulnerables? Y, por tanto, ¿con qué retos y problemas nos encontraremos y qué decisiones y acciones tendremos que emprender para afrontar esta crisis?
En las escuelas y universidades, venimos de una tradición y una inercia en las que el estudio de la naturaleza se suele abordar únicamente desde una perspectiva de conocimiento meramente científico: la perspectiva de las ciencias naturales. Y está claro que el conocimiento científico es imprescindible, sí, pero, al mismo tiempo, también sabemos que el acercamiento meramente conceptual y los datos científicos por sí solos son insuficientes para cambiar hábitos, comportamientos y marcos mentales, y más aún para cambiar profundamente la relación individual de cada uno de nosotros con la naturaleza y la visión que tenemos de ella. Además, en nuestra cultura occidental, desde hace varios siglos, solemos hablar del “planeta” y del “medio ambiente”, y esto está relacionado con esta visión materialista de ver y valorar la naturaleza como un mero “recurso natural” a nuestra disposición para explotar o consumir, sin dotarla del valor intrínseco de la vida por sí misma. Pero, ¿son estas, la visión y la vivencia de la naturaleza que queremos que tenga el alumnado?
Si queremos que educar sea sinónimo de ayudar a desarrollar personas integrales de acuerdo con un perfil humano trabajado y consensuado a nuestra institución y nos decidimos a incorporar esta nueva mirada hacia la naturaleza y la transformación educativa, tendremos que poner sobre la mesa no solo el QUÉ queremos transformar y el CÓMO lo haremos, sino que también deberemos abordar DESDE DÓNDE QUEREMOS hacer esta transformación, es decir, desde qué conexión interior tenemos, cada uno de nosotros, con la VIDA y con la naturaleza, y cómo la hacemos avanzar mientras redescubrimos la profunda y verdadera relación que tenemos con ellas.
Coincidiendo con el Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra el próximo 5 de junio, queremos poner de manifiesto que es urgente que nos planteemos qué cambios tenemos que introducir en la transformación educativa de nuestra institución para que la infancia de hoy (que será la ciudadanía adulta de mañana) no reproduzca los mismos patrones que nos han llevado a esta crisis sistémica. Y esto nos lleva, necesariamente, a plantearnos cómo debemos cambiar nuestra propia mirada como docentes, directivos y directivas hacia la Tierra, para poder transformar nuestra institución y hacer nacer en nuestro alumnado, mediante vivencias y experiencias diferentes, un vínculo amoroso y profundo con la naturaleza.
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