La revista de la Fundación AMPANS publicó hace unos días una entrevista a Xavier Aragay, hablando sobre la transformación educativa: ¡gracias, amigos! La reproducimos aquí y si queréis también podéis leer el original en este enlace.
Xavier Aragay es Consultor internacional, experto en la transformación de la educación y en la gestión del cambio, y Director de REIMAGINE EDUCATION LAB. Inspirador del modelo educativo Horizonte 2020 y miembro del Consejo Asesor de AMPANS. También es economista y ha sido, durante ocho años, director general de la Fundación Jesuitas Educación. Se declara un apasionado del mundo de la educación y está impulsando un cambio revolucionario sobre la forma de educar en las escuelas.
Aragay fue el pasado mes de febrero de visita a la entidad, donde conoció la metodología de trabajo de la escuela de educación especial Jeroni de Moragas, la amplia labor en materia de formación que lleva a cabo la entidad desde del Servicio de Inserción y el trabajo con los jóvenes que se realiza desde el Centro de Nuevas Oportunidades.
En marzo volvió acompañado de sus colaboradores, para dirigir una jornada de Innovación entre directivos y técnicos de AMPANS, sobre el futuro de la formación y la inserción en una sociedad en plena transformación y cambio.
La escuela tradicional se ha acabado. El modelo se ha agotado y los roles en el aula cambian. Estamos ante una transformación del sistema educativo. ¿En qué consiste?
Se trata de un cambio sistémico, disruptivo. El alumno aprende «haciendo», el maestro pasa a ser un acompañante en el proceso de aprendizaje, y las aulas cambian. Alumnos y maestros generan conocimiento y aprenden juntos de forma grupal, dentro del aula. Es un cambio cultural y eso no se hace de un día para otro. Es complejo y se necesita tiempo, pero es el gran reto en el que hace años estamos trabajando.
Como son las aulas de esta nueva escuela? ¿Qué papel tienen los maestros, los alumnos?
Hemos tirado las paredes en el suelo, hemos transformado los espacios físicos y hemos juntado dos grupos aula, en un solo grupo de sesenta alumnos. Disponemos de 3 profesores dentro del aula, con diferentes especialidades pero que ahora trabajan, permanentemente, en equipo. Esto solo, por los alumnos, ya es un aprendizaje, y permite a los maestros conocer mejor a los alumnos para que pasan muchas horas e interactúan constantemente.
El profesor se libera de la carga de ser quien transmite los contenidos y toma el papel de guía, de acompañante, de apoyo para que los alumnos trabajen los contenidos mediante retos y proyectos. Los alumnos aprenden preguntando, investigando, reflexionando. Es un aprendizaje mucho más divertido y, sobre todo, más efectivo. Para los maestros este cambio de rol también es muy importante porque les ayuda a reconectar con su vocación original de personas que educan y acompañan, más allá de transmitir contenidos.
Y las nuevas tecnologías, ¿qué espacio ocupan?
Hay momentos que requieren buscar información, estructurarla, compartirla, explorar, crear conocimiento y, por tanto, deben ser accesibles, pero como medio; no son un fin. Vivimos inmersos en la tecnología, pero no mandará en el aula. A menudo, incluso, está, pero no se percibe.
La forma de evaluar también es diferente.
Hacemos una evaluación continuada de su evolución como personas y de sus aprendizajes. Evaluamos las competencias comunicativas, matemáticas, culturales y artísticas, el conocimiento y la interacción con el mundo, las competencias sociales y ciudadanas, la autonomía personal, las actitudes, las habilidades, los valores …
Habla de una nueva mirada a la persona, de un proyecto vital. ¿Esta es la clave?
Se trata de ayudar a los alumnos a descubrirse a sí mismos. A crecer como personas. Saber quiénes son, qué quieren dedicar su vida, en que son buenos, qué valores quieren adoptar … Sólo de esta manera podrán ser personas felices, completas, y podrán aportar valor a la sociedad. Los tenemos que ayudar a ser personas con sentido. No podemos olvidar que estamos formando ciudadanos.
También ha introducido un concepto nuevo, el fracaso vital. ¿A qué se refiere?
En la desconexión emocional de los alumnos con el sistema educativo actualmente vigente. La escuela está sobresaturada: horarios, asignaturas, exámenes, deberes, muchas actividades … este modelo está agotado. Abordamos el fracaso escolar, pero aún es más importante el fracaso vital. No estamos ayudando a las personas a desarrollar su vida actual y futura de forma que se puedan incorporar de forma plena a la sociedad en que les tocará vivir. Debemos devolverles la confianza para que participen y protagonicen su vida personal y profesional.
Habla de las 5 C pero no son de «crack», ¿verdad?
(Ríe). Se trata de ayudar a los jóvenes, desde que son niños, a conocerse para desarrollar su proyecto vital por ser: conscientes, competentes, comprometidos, compasivos y creativos.
Ante la incertidumbre tan grande existente para la velocidad de los cambios, como la escuela puede preparar a los alumnos y hacia dónde?
Imaginemos que un aula es como un gran contenedor donde una comunidad educativa hace cosas. Entendemos por comunidad educativa los alumnos, los maestros y profesores, y las familias, y todos interaccionan juntos, buscando el conocimiento. Juntos lo crean, lo compartan, se enriquecen unos a otros y crecen. Para que el aprendizaje no es individual; el aprendizaje es social. De hecho, la escuela sólo debería ser un «contenedor» donde las personas aprenden, se relacionan, dudan, se hacen preguntas y construyen su proyecto vital. A lo largo de los años, esta forma de aprender te lleva a niveles de conocimiento y de profundidad que te hace que vayas superando etapas. Nos deberíamos imaginar la escuela como un contenedor que tiene espacios físicos, y la gente actúa haciendo cosas que le emocionan, el divierten. Los neurólogos nos dicen que se aprende cuando hay emoción, cuando hay vínculo, cuando hay ilusión. Las respuestas las encontraremos si somos capaces de motivar y si trabajamos juntos.
Y las escuelas de educación especial y sus alumnos y profesionales, ¿qué papel deben jugar en la nueva escuela?
Tienen un lugar muy importante, en el sentido de que las escuelas y los profesionales se han orientado desde siempre a atender las necesidades de estos alumnos, desde una visión global de la persona, centrados en el alumno, proporcionándoles un aprendizaje muy vivencial a partir de hacer, de tocar, de experimentar y, por tanto, han desarrollado una mirada y una metodología que ahora es la que deben incorporar las escuelas tradicionales que quieren avanzar hacia el nuevo paradigma educativo. Tienen, por tanto, una experiencia y un conocimiento muy valioso para aportar en este proceso.
¿En qué punto estamos de esta transformación?
Cataluña está viviendo una verdadera primavera pedagógica. Muchas escuelas están trabajando con proyectos y experiencias nuevas y es importante que la sociedad sea consciente del esfuerzo que se está haciendo en este sentido. Sería bueno que la sociedad, desde las administraciones, las empresas, las propias familias … sean conscientes de este esfuerzo y apoyen. Es importante la implicación de todos para hacer este cambio de la educación más rápido y efectivo. En todo caso, sin embargo, esta transformación no ha hecho más que empezar.
¿Esto aún no ocurre en todas partes?
Me parece que no. Por un lado la administración asiste a esta «primavera pedagógica» como espectadora, sin dificultarla, pero todavía tiene que descubrir qué puede aportar. Por otra parte, hay muchas familias que lo único que esperan de la escuela es que su hijo saque buenas notas. En esta nueva escuela que estamos impulsando, sacar buenas calificaciones puede ser una condición necesaria pero, ahora ya sabemos, que no es suficiente. Estamos educando a los ciudadanos del mañana. Las personas deben saber «construir», deben saber conectar, saber qué quieren hacer de su vida, conocer sus propias capacidades y sus debilidades.
Las empresas y la sociedad civil deben darse cuenta que la escuela está cerca de ellos y deben colaborar en la transformación del sistema educativo, implicarse, porque de lo que se trata es de formar personas.
La escuela que planteáis es la escuela que, de hecho, queremos todos los padres. Ahora que estamos en el periodo de preinscripciones, ¿qué consejo les daría a la hora de escoger escuela?
Estamos depositando en la escuela toda la energía y acabamos olvidando que son los padres y la propia familia quien más influye en la educación de los hijos. Y es bueno que sea así. Considerando esto, mi consejo es buscar una escuela que vaya en línea con nuestros valores. No hay nada peor que escoger una escuela que vaya en contra de nuestra forma de pensar, de sentir, de actuar. Un elemento a tener muy en cuenta para el éxito de una buena educación es la colaboración familia-escuela.
Diría a los padres que dejen de obsesionarse por los resultados académicos. He asistido atónito y sorprendido a jornadas de puertas abiertas de familias que buscan escuela por su hijo de 3 años y la primera pregunta que hacen es el resultado de las notas de selectividad del centro. Es absurdo porque dentro de 15 años no existirá la selectividad o, al menos, tal y como la conocemos ahora. Hay un cambio de mirada!
Explique esta frase que la educación debe ser un «virus»
Hablo del virus de la curiosidad, del reto. Los niños entran a la escuela con 3 años y con una curiosidad increíble y, en cambio, salen a los 18 con la curiosidad más bien dormida. La escuela debería insuflar un virus permanente para seguir incrementado las ganas de preguntar, de conocer … Descubrir todo, y querer entender y resolver todo. El virus del que hablo es el virus de la pasión por descubrir, compartir y hacerlo disfrutando; es un virus que nos ha de contagiar.
¿Cuando será una realidad para todos la nueva escuela?
En la comunidad educativa, entre los maestros y profesores, hay un amplio consenso para una escuela nueva. El problema es «cómo lo hacemos». Hacer la transformación es muy compleja. Se aplicará una metodología que requiere tiempo, diagnósticos bien hechos, procesos de participación.