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¿Modernizar o transformar la educación?

 

Aunque últimamente hemos estado ocupados en analizar y concretar las cuestiones más relevantes ligadas al desarrollo y puesta en marcha de los modelos de aprendizaje y enseñanza híbridos, o “Blended Learning” nos surge la pregunta de ¿modernizar o transformar la educación?

Nos hemos topado desde la experiencia y conocimientos propios y ajenos con propuestas y valoraciones variadas, inteligentes y prácticas. Entre ellas, las aportaciones de Albert Sangrà (1) nos han permitido elevar la mirada de nuestra reflexión hacia un tema nada habitual: la continuidad y discontinuidad en educación.

Son muchas las instituciones educativas que bajo la presión y el impulso de la situación creada por la Covid-19, se están planteando cómo responder de forma estable y sostenible al escenario cambiante de la realidad educativa. Y aquí llega el momento de preguntarnos si es necesario modernizar o transformar la educación. Los cambios sociales, económicos, culturales, tecnológicos y políticos son concomitantes con la realidad educativa. La educación es alcanzada de lleno por los nuevos desafíos. No podemos dejar de responder innovando en la forma de enseñar. En la determinación del currículo, en la manera de establecer relaciones con el conocimiento o acordando el perfil del egresado o ciudadano al que contribuye a desarrollar.

Al tratar de concretar estos cambios, los educadores y educadoras y, en general, el profesorado, suelen encontrarse con dificultades colectivas que ponen de relieve una cuestión importante: la discontinuidad. Francisco Imbernón (2) nos acota el concepto de discontinuidad: El proceso de discontinuidad se produce cuando hay un cambio abrupto entre un modo de ser, hacer y comportarse y otro muy diferente.”

Y es que concebir el currículo como algo fragmentado y descontextualizado, desconectado de los intereses y la realidad de nuestros estudiantes, nos produce gran cantidad de interrogantes.

También nos descolocan la organización del tiempo escolar de forma homogénea, la disposición de las aulas sin conexión entre ellas, la utilización de libros de texto, aunque sean digitales, que presentan los conocimientos, por lo general, de forma declarativa y sin conexión con los problemas reales o los sistemas de evaluación que no llegan a visualizar lo que realmente están aprendiendo los estudiantes salvo que sean memorizaciones.

Todo ello, nos sume en un mar de dudas respecto a su eficacia pedagógica y nos interroga sobre la conveniencia de continuar con lo mismo. De ahí la duda de transformar o modernizar la educación. Con la misma continuidad de antes. Con aquellas prácticas educativas que tanto cuesta cambiar y que tanto desapego producen en el alumnado. Para muchos, en especial el alumnado de secundaria, que considera la escuela y el instituto un lugar donde reencontrarse con los amigos y amigas. De ningún modo lo ven como un entorno donde solo se aprende.

La pandemia ha hecho emerger nuevas maneras de enfocar y realizar el trabajo docente, ha provocado el uso de nuevas interacciones entre el alumnado y el profesorado, nuevas miradas de los roles educativos y formas distintas de ayudar y acompañar los procesos de aprender. Ha aparecido en nuestra vida cotidiana la discontinuidad. Y hemos experimentado en nuestro interior desajustes, incoherencias, necesidad de mejor capacitación y, en definitiva, grandes tensiones productoras de ansiedad, entre continuidad y discontinuidad. La discontinuidad nos enerva en silencio y nos desconcierta.

Intuimos y vamos tomando conciencia del cambio que se está produciendo en la educación. Y ya tenemos servida la disonancia cognitiva, emocional y conductual: ¿Vamos a seguir con la continuidad de antes? La desconocida discontinuidad, ¿qué fundamentos e intencionalidad educativa tienen?

Francisco Imbernón (2) nos sigue iluminando: “Podemos ver la nueva continuidad y la discontinuidad educativas actuales y pasadas como positivas, si permiten la metamorfosis educativa entendida como transformación y regeneración constantes. No puede haber soluciones viejas para problemas nuevos.”

Y es que, para no caer en la ceguera del conocimiento, necesitamos abrirnos a nuevas ideas, a nuevas singladuras, a nuevas miradas. Es urgente buscar el cambio de forma colectiva, discutida y acordada. Sin miedos, poniendo en duda creencias y proposiciones sin fundamento ni intención.

Y para conseguir esta metamorfosis, esta transformación de la educación y de sus prácticas docentes, es preciso “jirafearse”. Elevar la mirada reflexivamente para analizar y transformar.

La reflexión, afirman Àngels Domingo y M. Victoria Gómez (3), es un proceso individual y colectivo que ayuda a entender y ver en perspectiva lo que hacemos. Permite alejarnos y, tomando distancia, descentrarse de uno mismo, suspender la acción y enfocar lo que somos, pensamos, sentimos y hacemos para analizarlo y valorarlo.

La reflexión es el camino privilegiado para aprender y progresar. La reflexión es la palanca óptima para mejorar lo que hacemos y, consecuentemente, mejorar lo que somos. Así, el equipo de Reimagine Education Lab ha propuesto, en posts anteriores, una herramienta para facilitarlo: el ICDA. De esta forma, al focalizar y obtener una perspectiva analítica de nuestra persona, nuestro grupo, nuestro círculo profesional, la comunidad educativa y el contexto social en el que actuamos, poseemos una de las mejores herramientas para transformar y metamorfosear la realidad educativa.

No son tiempos para modernizar. Es la hora de la transformación. Es hora de acompañar a los equipos.

Fuentes

1.- Sangrà, Albert. (6 de mayo de 2020). ¿Cómo planificar un curso con presencialidad discontinua o intermitente? Albert Sangrà [Blog] https://www.albertsangra.com/como-planificar-curso-presencialidad-discontinua/ 

2.- Imbernón, Francisco. (8 de octubre de 2020). Continuidad, discontinuidad y la necesaria metamorfosis educativa. El Diario de la Educación. https://eldiariodelaeducacion.com/2020/10/08/continuidad-discontinuidad-y-la-necesaria-metamorfosis-educativa/

3.- Domingo, Àngels; Gómez, M. Victoria. (2014). La práctica Reflexiva. Madrid. Narcea.

¿Hay que cambiar la cultura institucional para transformar la educación?

Reimagine Education LAB ha estado ayudando y acompañando al equipo directivo de la Universidad Católica de Uruguay (UCU) durante el pasado mes de julio (2019), en un proceso de reflexión y desarrollo orientado a la transformación y cambio de la dimensión educativa de la universidad. Hemos debatido y analizado cuestiones fundamentales tales como ¿Hacia dónde vamos?, ¿qué haremos?, ¿por qué?, ¿con qué propósito? Habíamos previsto hablar de valores, creencias, significados, reglas y tradiciones de los procesos educativos experimentados y vividos por la comunidad educativa de la UCU. Es decir, lo que denominamos la cultura institucional. Es un tema sabido y conocido, pero en este caso, el equipo directivo de la UCU se encontró buceando en unas aguas (las de la cultura) menos transparentes de lo que pueda suponerse.

Pero antes de seguir, ¿qué es exactamente la cultura institucional? «Se denomina cultura institucional al conjunto de creencias, valores, estructuras cognitivas generales y significados que la institución educativa utiliza para enfrentar el día a día. La cultura informa a los miembros de la comunidad educativa acerca de cómo actuar en ciertas situaciones» (Schein, 1988).

De hecho, la cultura de una institución educativa como la universidad es el factor menos visible que influye y condiciona los procesos de cambio y transformación educativos.

Determinar la cultura de un centro educativo presenta una gran dosis de dificultad. El «aquí se hace así» encierra múltiples facetas explícitas e implícitas y diversas formas de cómo se relacionan las personas y cómo organizan las experiencias de aprendizaje. (Fullan, 2002).

Para que los equipos directivos de la UCU pudieran vislumbrar la cultura de su centro educativo y pudieran reflexionar en profundidad, Reimagine Education Lab diseñó un dispositivo de análisis y reflexión para comprender cómo afecta la cultura institucional al profesorado en su actividad de facilitar el aprendizaje, y al alumnado en su actividad de aprender. En primer lugar, se escogió un modelo de análisis e identificación de la cultura institucional que pudiera contemplar en su totalidad la cultura del centro educativo, el Modelo de Denison (2000). Este modelo, utilizado en los cuatro continentes por multitud de organizaciones de todo tipo, y entre ellas por instituciones educativas (públicas y privadas), es el resultado de más de veinticinco años de investigación del Dr. Daniel Denison, ex miembro de la Universidad de Michigan Business School, y actualmente profesor de Desarrollo Organizacional en IMD – International Institute of Management Development en Suiza.

La dinámica parte de los cuatro elementos base del modelo Denison, ayuda a que la organización educativa observe y reflexione trabajando en grupo mediante preguntas y cuestionarios, los elementos esenciales de la cultura institucional. Se trata, en primer lugar, de identificar la cultura real y actual que el centro educativo vive y utiliza para afrontar el día a día universitario.

Cuando los equipos directivos han podido reflexionar y valorar qué elementos de la cultura están presentes en su centro educativo y cuáles no, se sigue avanzando en el proceso reflexivo cuestionándose si es posible abordar un proceso de transformación y cambio con los elementos de cultura reales y actuales que se han identificado. Sin duda, la respuesta a esta cuestión clave necesita previamente una formulación precisa de la misión y de las intenciones y propósitos educativos de la institución educativa.

Finalmente, se ayuda a que los equipos directivos sigan progresando, formulándose la siguiente cuestión: ¿Cómo podemos avanzar para superar la distancia entre la cultura que tenemos ahora y la que deseamos? De nuevo, la dinamización utiliza el trabajo en grupo para identificar en base al modelo Denison aquellas actitudes, valores y creencias que se consideran necesarias para configurar una cultura organizacional acorde con el proceso de transformación y de cambio que se desea.

Gracias a este proceso de reflexión, el equipo de laUniversidad Católica de Uruguay pudo detectar las actitudes, valores y creencias compartidas por los equipos directivos, las aspiraciones ideales para transformar la cultura organizativa, la percepción colectiva de la distancia entre la realidad y las aspiraciones ideales de la cultura institucional, el nivel de consonancia entre los distintos grupos de directivos y sus posicionamientos institucionales y las variaciones en la percepción de la cultura de la institución.

Bibliografía

Denison, D. (2001). Organizational culture: can it be a key lever for driving organizational change?

En C. L. Cooper, S. Cartwright y P. Ch. Earley (Eds.), The International Handbook of Organizational Culture and Climate (pp. 347-372). Chichester: John Wiley & Sons.

Denison, D. y Neale, W. (2000). Denison Organizational Culture Survey. Ann Arbor: Denison Consulting.

Fullan, M.(2002)Las fuerzas del cambio. Explorando las profundidades de la reforma educativa. Madrid: Akal.

Schein, E. (1988). La cultura empresarial y el liderazgo. Una visión dinámica. Plaza & Janes Editores. P.

Cómo prepararse para la llegada de la IA a la educación

Hoy vamos a hablar de la Inteligencia Artificial (IA) y su decisiva entrada, dentro de la próxima década, en el proceso de enseñar y aprender de las escuelas y las universidades. Generalmente, entendemos por Inteligencia Artificial un sistema informático con la capacidad de realizar tareas comúnmente asociadas a seres inteligentes, como por ejemplo, aprender y solucionar problemas. Y, por supuesto, hablaremos también de su compañero inseparable, el Big Data (BD), es decir, la sistematización y el uso inteligente de la gran cantidad de datos que manejamos constantemente en educación y que aún no procesamos ni utilizamos para tomar mejores decisiones.

Desde hace tiempo, en este mismo blog, venimos reflexionando en torno a la necesaria transformación de la educación, en un contexto de cambio global en todos los ámbitos de nuestra vida, incidiendo en ideas como Innovamos para adaptar o innovamos para transformar, y más adelante, Estamos cambiando de fase… es hora de enfocar la transformación profunda de la educación.

Tal es la relevancia de esta próxima disrupción educativa que la Unión Europea lleva ya un tiempo analizando y proponiendo medidas para la “prevención” y “preparación” de nuestros estudiantes y profesionales para la inminente llegada de la IA. También la UNESCO ha generado un documento realmente interesante acerca de la IA en Educación.

Por todo esto, hoy deseamos hablar de IA, en primer lugar, porque nos parece obvio que va a entrar con fuerza en las instituciones educativas (de hecho, ya ha empezado a hacerlo), y en segundo lugar, porque debemos avanzarnos a este escenario y empezar a prepararnos. Es muy probable que no hayamos vivido una tecnología tan disruptiva en la educación desde la llegada de internet. Bien, pues vayamos por partes:

La IA y el BD, en síntesis, pueden incidir de dos grandes formas en la institución educativa: en primer lugar, mejorando y transformando directamente el proceso de formación del estudiante mediante sistemas automatizados e inteligentes que transmiten conocimientos de forma dinámica y personalizada y de acuerdo con los avances del alumno. Y, en segundo lugar, permitiendo sistematizar, analizar y utilizar de forma distinta e innovadora la gran cantidad de datos que tenemos del alumno. Principalmente, la IA debe facilitar a los educadores que puedan centrarse en educar, en lugar de estar pendientes de prácticas y acciones en las que un ser humano no aporta un valor añadido mayor que el de una máquina.

Pero lo más importante ahora es que las escuelas y las universidades deben prepararse y anticiparse. Y moverse. Sí, claro… pero ¿hacia dónde? ¿Cómo prepararnos si no tenemos los medios ni acabamos de entender cómo va a incidir todo esto en nuestra institución? Además, siempre nos encontramos con un elemento fundamental en el sistema educativo: el currículum. ¿Cómo afectará la IA y el BD en el currículum? ¿Cómo puede el currículum abordar semejante cambio tecnológico y a su vez social? Para prepararnos debemos repensar de raíz tanto los contenidos como los métodos pedagógicos por los que se transitan los aprendizajes en las aulas.

Así, creemos que es vital avanzar, o seguir avanzando, hacia un nuevo modelo educativo, distinto del tradicional, basado en metodologías activas, que ponga la educación integral del alumno y su protagonismo en el centro del proceso. Pero no es suficiente poner al estudiante en el centro del proceso y cambiar el “cómo” aprende sin cambiar y tener claro el “qué” aprende y “para qué” lo aprende: Cambiar la manera cómo se presentan los contenidos sigue siendo un simple cambio que no incide en las necesidades futuras de nuestro alumnado. Por tanto, más allá del contenido y de cómo invitamos a su aprendizaje competencial, debemos potenciar lo que nos hace únicos como seres humanos, aquellas habilidades que nos hacen distintos de las máquinas y que nos sitúan en un escenario de diferenciación y complementariedad delante de su capacidad de procesamiento (en cualquier ámbito) infinitamente superior a la capacidad humana.

Cada institución educativa debe definir el perfil humano que desea que sus alumnos hayan adquirido una vez completados sus estudios (también denominado “perfil del egresado”). Estamos hablando de rasgos personales (también denominados life skills) como resolución de problemas complejos, creatividad, pensamiento crítico y analítico, colaboración y trabajo en equipo, empatía y compromiso… Y, por supuesto, al definir los rasgos que deseamos desarrollar en nuestros alumnos, será necesaria su clara identificación y posterior evaluación: esto es lo que en Reimagine Education Lab denominamos impactos que deseamos realizar de acuerdo con el perfil de egresado humano que se haya planteado (metodología del proceso de transformación de nuestra institución que denominamos RIEDUSIS).

Es decir, que lo importante es romper moldes, salir del modelo clásico y adentrarse, abrazando la incertidumbre del futuro, en el mar de la innovación educativa y el cambio, identificar que la transformación que deseamos realizar es un proceso que va a durar algunos años y que afecta a todos los ámbitos imaginables de nuestra institución: cultural, organizativo, tecnológico, de espacios físicos y ambiente, de horarios, de currículum… Y todo ello sin saber exactamente a qué puerto de este mar nos dirigimos… ¡Tendremos de ser audaces!

En cuanto salgamos de nuestra zona conocida y de confort y nos atrevamos a realizar innovaciones y cambios, estaremos preparando al conjunto de personas de nuestra comunidad educativa a ser flexibles y a tener una mirada distinta hacia el futuro y la tecnología. Y estaremos preparándonos para incorporar de forma coherente y en el momento oportuno los primeros avances de IA en educación.

Y lo que es más importante: si nos centramos en el perfil humano de salida de nuestro alumno, estaremos aprendiendo a establecer y evaluar las innovaciones (especialmente las tecnológicas) mediante un criterio claro, que nos ayude a discernir su incorporación más allá de las modas o las presiones de las empresas que se dedican a la IA y al BD. De ahí la importancia de movernos, prepararnos y anticiparnos… No podemos esperar más, ¡adelante!

Bibliografía:

Russell, Stuart J.; Norvig, Peter (2009). Artificial Intelligence: A Modern Approach (3a ed.). Upper Saddle River, New Jersey: Prentice Hall. ISBN 978-0-13-604259-4.

UNESCO (2019). “Consenso de Beijing sobre la inteligencia artificial y la educación”, en International Conference on Artificial Intelligence and Education, Planning Education in the AI Era: Lead the Leap, Beijing. Disponible en línea en: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000368303 [Consulta: 1 de diciembre 2019].

Pedró, Francesc; Subosa, Miguel, Rivas, Axel; Valverde, Paula (2019), Artificial intelligence in education: challenges and opportunities for sustainable development. UNESCO: París. Disponible en línea en: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000366994 [Consulta: 1 de diciembre 2019].

Tuomi, Ilkka (2018). The Impact of Artificial Intelligence on Learning, Teaching, and Education Policies for the future. Publications Office of the European Union: Luxembourg. ISBN 978-92-79-97257-7


Transformarnos para transformar la educación

Después de casi dos años colaborando en Reimagine Education Lab con centenares de equipos directivos y docentes de escuelas y universidades en proceso de cambio, y con la perspectiva de haber colaborado, del 2009 al 2016 a poner en marcha el proyecto H2020 de transformación de las escuelas jesuitas de Barcelona junto a Xavier Aragay, creo que hay un aspecto vital que con frecuencia se pasa por alto, y por este motivo muchos proyectos para transformar la educación se quedan con innovaciones de cara a la galería sin plantear cambio en profundidad: ¿Y si, a la vez que vamos concretando la profunda transformación de nuestros centros es necesario dedicar tiempo a la renovación de la vocación y la interioridad de maestros y profesores?  

Ya hemos asumido que para cambiar la escuela es preciso cambiar nuestra mirada, poner en marcha metodologías activas, motivar y activar el aprendizaje de los alumnos, incorporar procesos de cambio, planes de acción, prototipos… Todo esto es importante, pero si no vamos más allá quizá no llegaremos nunca demasiado lejos, y dentro de unos años es posible que dudemos del camino recorrido. Es muy curioso constatar que cuando llegamos al punto de tener que encontrar tiempo para trabajar con los educadores su crecimiento personal, su interior y su vocación (después de haber trabajado casi todas las demás cuestiones técnicas), no queda tiempo para hacer lo más importante.  Somos capaces de invertir en las mejores metodologías, en horas de formación técnica e incluso en espacio y mobiliario (cosas todas muy importantes y necesarias pero no suficientes), pero ¿cuánto tiempo estamos dispuestos a invertir en lo que nos ayudará a SER, en transformar?

En el proceso de la transformación, se nos presentan cada vez más retos en nuestras capacidades profesionales, pero también entorno al SENTIDO de nuestra mirada interna al SER de educador. Ya no podemos separar nuestra persona, nuestras emociones, nuestras inquietudes, miedos e ilusiones de nuestra práctica educativa cotidiana. El cambio impone, nos pide caminar y adoptar maneras de hacer diferentes, nos requiere tiempo, transformar marcos mentales…

En esta travesía nos sentimos interpelados en el centro de nuestra vocación, de nuestro sentido como educadores. Este camino de transformación educativa exige un crecimiento profesional, pero, sin duda, también un crecimiento interior que requiere momentos de parada y momentos para compartir. Nos pide tiempo, y espacios-tiempo para hacerlo individualmente y con los compañeros.

La transformación profunda a la que apuntamos no dependerá de los que hacemos y decimos, sino de cómo somos y, sobre todo, de nuestra capacidad de cambiar la mirada respecto a los alumnos y a nosotros mismos.

Transformar la vocación y el liderazgo de los educadores requiere visión, valentía y mucha determinación por parte de los directivos y directivas que deben tomar decisiones. Requiere creer que el cambio lo realizamos las personas desde lo que somos, que nadie da lo que no tiene, que el liderazgo se sustenta en acompañar, que una escuela con educadores enamorados e ilusionados con su vocación educadora es una escuela viva, que camina, que puede soñar nuevos caminos y juntos hacerlos posibles. Mi experiencia acompañando a instituciones a adentrarse en el mar de la interioridad y a poner en cuestión elementos clave de la vocación de educador, me demuestra que cuando uno dedica tiempo, el resultado es extraordinario y supera cualquier expectativa previa. Las personas se renuevan, se cuestionan muchas cosas, salen de la inercia y la cotidianidad para aplicar todos los cambios necesarios en una nueva mirada a los alumnos y a la escuela.

¡Estamos llamados a salir a mar abierto! Sí, zarpamos sin miedo y con el convencimiento de que nuestra fuerza radica en la profundidad del sueño colectivo. Este viaje, el de la nueva escuela que soñamos, requiere un nuevo equipaje y una preparación para discernir qué abrazo y qué dejo ir de mí mismo. Preguntarme qué tipo de educador quiero ser, dónde encuentro la inspiración, cuál es mi sueño personal… Párate, regálate espacios de profundidad y sentido personales y de equipo, y el camino de la transformación se dibujará solo.

¡Feliz travesía!