El currículum al servicio del desarrollo integral del alumnado
Hace muchos meses que hablamos de currículum, de competencias, de qué hay que enseñar al alumnado para que los conocimientos que adquiera le sirvan para la vida, una vez que acabe el programa formativo. En este artículo hablaremos del papel que tiene el currículum en el servicio del desarrollo integral del alumnado.
«La escuela es la única forma de vida social que funciona de manera abstracta y en un medio controlado” (Dewey, UNESCO, 1999)
El propio Dewey también explica que la escuela debe ser un lugar experimental donde se lleven a cabo actividades constructivas combinando la tarea teórica a la vez que se tiene contacto con las exigencias de las prácticas de la vida. Más de cien años han pasado desde que dijo estas palabras, en las que se pone de manifiesto la necesidad de repensar una escuela donde se desarrollen actividades de la vida y para la vida. Así pues, teniendo en cuenta que las escuelas son uno de los primeros contextos sociales en los que se mueve un niño o un joven, es fundamental que intentemos adoptar las oportunidades de aprendizaje que nos brinda la sociedad.
Enfoque desde la metodología RIEDUSIS
Desde Reimagine, y enmarcado en el contexto de la metodología RIEDUSIS, acompañamos a diferentes instituciones educativas a hacer esta reflexión, a darse cuenta de que es necesaria una nueva mirada al currículum de acuerdo con una sociedad globalizada. En este sentido, para nosotros es decisivo proporcionar acompañamiento y feedback en el proceso de trabajo de los equipos educativos entorno al currículum. Un proceso que ayuda a los profesionales de la educación a conseguir un enfoque globalizado curricular que los lleva a reflexionar sobre cómo priorizar y organizar los aprendizajes del alumnado de forma globalizada para hacer viable la Experiencia Avanzada de Cambio (EAC), o prototipo, y así conseguir el desarrollo integral del alumnado.
Por tanto, una de las primeras tareas como equipos prototipistas consiste en echar un vistazo al currículum y separar los aprendizajes que son imprescindibles de los que no lo son. Esta no es una tarea banal, pues requiere un consenso muy elevado.
¿Qué es imprescindible? ¿Qué es deseable? ¿Dónde ponemos el límite?
Hay muchos aspectos que deben valorarse para poder responder a estas preguntas: el nivel educativo, el contexto sociocultural, las opciones ideológicas que asumimos como institución…, pero lo que es irrenunciable es que la mirada que debemos echar al currículum debe estar vinculada al desarrollo en nuestro alumnado de ciertas competencias clave, competencias que todas las personas, una vez que han finalizado su proceso formativo, necesitan para la construcción y el desarrollo personales, así como para ser un ciudadano activo capaz de incluirse en la sociedad y de inserirse en el mundo profesional.
Pero, ¿cuáles son estas competencias que necesita el alumnado? Pues solo debemos tomar consciencia de las numerosas situaciones a las que deberá hacer frente a lo largo de su vida y a las que deberá adaptarse, y a la vez, aprovechar y crear oportunidades para los retos del s. XXI.
Así conseguiremos, tal como dice la doctora Marope (2018), “movilizar interactivamente y usar éticamente información, datos, conocimiento, habilidades, valores, actitudes y tecnología para participar de manera efectiva y actuar mediante varios contextos del siglo XXI para conseguir el bien individual, el colectivo y el global” con el objetivo de alcanzar el desarrollo de competencias para la vida y también el Modelo de Persona que hemos definido en la institución como perfil de salida.
¿Qué herramientas son necesarias para cambiar el currículum?
Llegados a este punto, optar por una mirada transversal del currículum llega a ser esencial. Resulta imprescindible diseñar experiencias de aprendizaje vinculadas en torno a problemáticas y situaciones que requieren ser abordadas y resueltas desde diferentes perspectivas y que permiten al alumnado, como ya nos anunciaba Dewey, conectar aprendizajes con el contexto, con experiencias personales y con los contenidos. En definitiva, ¿aprender debería ser esto, no?
Por lo tanto, hay que transformar el currículum desde una mirada transversal en la que, como decía Dewey, se difuminan las disciplinas y se conectan los aprendizajes con el contexto y las experiencias personales de jóvenes y niños. Hay que utilizar el currículum como una herramienta que guíe el diseño de experiencias contextualizadas y significativas y que movilice distintos tipos de contenidos, siempre con el objetivo de resolver problemas o retos. De este modo, conseguiremos que el alumnado comprenda e interprete la realidad, se sienta preparado para participar en la sociedad, se comprometa como ciudadanía y se empodere para promover cambios relevantes ante los desequilibrios y las injusticias de este mundo.
En definitiva, el currículum al servicio del desarrollo integral del alumno. ¿Qué os parece? ¿Hablamos de ello?